El libro CINE MUDO ARGENTINO (1896-1932)Subtítulo: LOS PIONEROS DE NUESTRO CINE SILENTE. LAS PRODUCCIONES DE FICCIÓN. LAS PRIMERAS SALAS CINEMATOGRÁFICAS. LOS NOTICIEROS. SUS PROTAGONISTAS. – fue editado de modo independiente en GRÁFICA LAIGLON, consta de 396 páginas profusamente ilustradas con fotogramas de los films descriptos en el período investigado.

Algunas palabras del autor, Fernando Luis San Martín:

Soy coleccionista de films nacionales desde que tenía 8 años de edad, hoy tengo 47., de films en formato de 16 mm, contando con una cantidad de 400 títulos, entre los que se incluye: La guerra gaucha, Dios se lo pague, Los árboles mueren de píe, Crónica de un niño solo, Pelota de Trapo, por mencionar algunos de ellos.

Estudie la carrera de realizador cinematográfico en la escuela del Instituto Nacional del Cine –Enerc y también con el historiador Claudio España en S.I.C.A – realice especializaciones en el Cyevic y otras instituciones – Soy docente de fotografía y medios audiovisuales en la municipalidad de Quilmes desde hace 22 años y me desempeñé como director del Museo Municipal Histórico Fotográfico de Quilmes desde el año 2000 al 2009.

La finalidad de este libro es la de hacer comprender, los aspectos sociales e históricos que ha perpetuado a la Cinematografía Argentina; especificando cronológicamente los nombres de los más destacados hombres que ejercieron esta loable actividad; desde luego mencionando las diversas facetas artísticas, comerciales e institucionales que de ella surgieron, desarrollando algunas ideas generales en torno a las producciones y sus hacedores, que nos permita entender mejor su ubicación en el contexto del cine.

El cine nacional tiene, en realidad, su punto de origen marcado en el tiempo hace muchos años, tantos como ciento veinte años más o menos. Entonces hubo hombres inquietos, bohemios, artistas teatrales, que llevados por un entusiasmo eminentemente artístico, encararon la labor cinematográfica disponiendo sólo de elementos técnicos precarios en extremo, y de conocimientos extraídos por observación de las muestras fílmicas de procedencia extranjera. Sin experiencias y sin esperanzas firmes de éxito, únicamente animados por un propósito noble y desinteresado de establecer las bases de lo que hoy hemos conocido como “industria nacional”, arrastraron la responsabilidad artística y económica de producir films.

La producción cinematográfica nacional en su periodo silente, fue realmente elocuente, aún más significativa que en muchos países Latinoamericanos, pero en lo concerniente a su protección y preservación del patrimonio audiovisual es aún una asignatura pendiente; en la actualidad hubo aportes significativos como los esfuerzos llevados a cabo por la Cinemateca Nacional, el Museo del Cine, el Archivo General de la Nación, el Instituto Nacional del Cine y varios actores del ámbito de la investigación, coleccionistas y archivistas de fondos fílmicos, recuperando así varios films impresos en base de nitrato, lo cual los hace totalmente inestables y frágiles, otros en reducciones a 16 mm, los cuales perdieron los virados originales a distintos colores, como era usual filmarse en el cine de la época; otros con faltantes de títulos e intertítulos, o poco legibles, los cuales debieron reconstruirse, al igual que antiguos discos de pasta, frágiles que reproducían las voces y los tangos de entonces. Pero es imposible no aludir a la sistemática destrucción que ha sufrido nuestra cinematografía del período silente, sólo sobreviven un penoso 10% de aquellos originarios films.

Fue durante el período del cine mudo nacional, tal vez, la época más argentina que se haya registrado en nuestro cine; pero desconocido, aún en su propio país, salvo algunos títulos o personajes que traspasaron la barrera de lo nacional, para ubicarse entre los “adelantados” de géneros, extensiones fílmicas, o producciones internacionales. Nuestros primeros camarógrafos y cineastas pertenecían a la gran masa de inmigrantes europeos residentes en el país, el alemán Federico Figner y el francés Eugenio Py, como así también el primer film argumental, La Revolución de Mayo (1909), al igual que los títulos siguientes, contenían un fuerte discurso de la nacionalidad, asumida por la dirección y producción de dos inmigrantes, el italiano Mario Gallo y el español Julián de Ajuria; otras curiosidades nos revelan el pionerismoen el género pornográfico con el film El sartorio (1907) y la animación con El Apóstol (1917); otro film único por las condiciones de su realización, es el título Amalia (1914), encargado y protagonizado por una sociedad de beneficencia; o el film El último malón (1918), que el rosarino Alcides Greca filmara cuatro años antes que el director Robert Flaherty estrenara Nanook, El esquimal, anticipándose a lo que se denominara cine documental y de ficción; al igual que la adelantada dirección femenina en la cinematografía con el título: El pañuelo de Clarita (1919), son algunos de los ejemplos que hallaremos en este libro, y que sitúa a la producción silente nacional a un nivel universal sin precedentes.

El libro ha sido escrito específicamente para investigadores, historiadores, cinéfilos, cineastas, fotógrafos y principalmente para los espectadores del cine nacional, de los cuales espero que el texto, más las imágenes en el impresas; alienten al lector a retrotraerse en el recuerdo y lo incite a valorar el caudal cinematográfico que nosotros conservamos en instituciones públicas.