stagnaro

 

Socios En la memoria

 

 

 

 

 

Largometrajes: Peperina; Nazareno Cruz y el Lobo; Juan Lamaglia y Sra.; Turismo de carretera; El ABC del amor (episodio Noche terrible); Éste es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…

Directores con los que trabajó: Leonardo Favio, Rodolfo Khun, Raúl de la Torre, Alberto Fischerman, Rosanna Manfredi.

Otra información:  Fundador del laboratorio R + T. Director de “Una mujer”. Director y camarógrafo de varios cortometrajes. Co-dirección de “The Players vs. Ángeles caídos” (con Alberto Fischerman). Productor asociado de “Micaela, una película mágica”. Encargado de los efectos visuales de “Alicia en el país de las maravillas”. Restauración fílmica de “Perón, sinfonía del sentimiento”

A continuación, un escrito basado en un reportaje a Juan José Stagnaro realizado en noviembre de 2007.

Acercamiento a la profesión

Mi primer acercamiento al cine lo tuve en la Facultad (cursé dos años en Ingeniería y después me pasé a Letras), cuando encontré un cartel que publicitaba un curso de cine en la Asociación de Cortometrajes (de la cual formaban parte Simón Feldman, Mabel Izcovitch, etc). Hasta ese momento el cine me había gustado sólo como espectador (luego comencé a frecuentar lugares como el Cine Club Argentino o el Cineclub Núcleo). En el curso teníamos que hacer un cortometraje como cierre del año y se formaron varios equipos: por mi formación más cercana a la mecánica, me tocó hacer la cámara y fotografía de uno de los cortos. Un amigo fotógrafo me enseñó los rudimentos en ¡quince minutos! Se iba de viaje y me explicó que la luz no se ve, sino que lo que se ve son los reflejos de la luz en los objetos; que esos reflejos se pueden medir; que las películas son sensibles -de la misma manera que los ojos- a esos reflejos, y me enseñó a manejar un fotómetro de luz incidente. Me dio un abrazo y se fue de viaje. Al otro día nos encontramos con el equipo para filmar, pero faltó el actor. El director quiso igualmente hacer una pequeña prueba, filmando sólo 4 ó 5 metros. Usábamos película reversible y luego mandamos a revelar a Kodak: ¡se veía! ¡Y se veía muy bien! Allí me enseñaron que al filmar con material reversible hay que ser muy preciso en la exposición (en esa época era flaco y a los flacos siempre se los ayuda) y me sugirieron ajustar la información del fotómetro al resultado obtenido: en nuestro caso, era  abrir un tercio el diafragma. Entonces, ya en filmación, ajusté el fotómetro de acuerdo a lo que me habían indicado, hicimos la película y salió fenomenal. Se llamó La mandarina coqueta y ganó un premio, lo que nos estimuló a hacer otra (fue un corto sobre Berni), y luego otra, y los estímulos siguieron.

Modelos o maestros

He tenido muchas influencias y enseñanzas. Podría decir que mi conocimiento es social, en el sentido de que todo lo que aprendí, lo aprendí de otros. O sea, lo que puedo llegar a decir es un reflejo de lo que aprendí de otra gente. Hay algunos que me han impactado, como Gianni Di Venanzo, quien me marcó por cómo manejaba la luz, trabajando con directores diversos como Fellini, Antonioni, etc… Era un artesano construyendo imágenes a la medida de cada intencionalidad de cada director.

Los aprendizajes vinieron, a su vez, de otras disciplinas. Por ejemplo, con Pichón Rivière estudié Psicología Social y tomé los conceptos de “grupos operativos” y de “ECRO”: la “E” es de “Esquema”, la “C” de “Conceptos”, que sirven de “Referencia” para poder “Operar” (alineados como brazos ejecutores del director). Un film lo hace un grupo operativo.

Pertenecí a la generación del ´60, época en que estaba en pleno desarrollo el estructuralismo, con preguntas como “¿Qué es la cultura?” ó “¿Qué es la producción intelectual?”. Estábamos imbuidos en un momento de gran necesidad cognitiva. Incorporábamos todo: por ejemplo, realizando una fotografía más suave producto de la influencia de la época; nos preguntábamos qué es la luz, qué son las emulsiones, qué es la percepción, qué es la representación en la pantalla,  y -fundamentalmente- todo el sistema al cual se integraba el grupo operativo. O sea, estábamos centrados en la tarea, pero escuchando a todos, aprendiendo a aprender y principalmente su complemento, desaprender.

 Desarrollo de la profesión

Empecé a fotografiar regularmente en publicidad, habiendo avanzado un poco más: conocí los laboratorios Alex, algunos maestros como Tabernero, González Paz… Fueron muchos… Un día, Leonardo Favio vio uno de mis cortos y me invitó a fotografiar Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…Lo paradójico de todo esto es que exponer para que se vea y dé un cierto resultado me llevó quince minutos de aprendizaje y luego pasaron cincuenta años en la profesión, hasta el día de hoy, en los cuales seguí (y sigo) aprendiendo -pero aprendiendo a ver como se vinculan las cosas que son mucho más importantes que exponer bien… Los vínculos en los sistemas humanos y/o técnicos.

El primer concepto que incorporé fue el de “escuchar al director” y construir una visión de la singularidad de su mundo poético. Si Favio mencionaba que quería “aquella lucecita a lo lejos”, estaba hablando de algo más allá de una luz, hablaba de su vínculo con la noche. O si quería “escuchar la música de los reflejos en las acequias”, no hablaba de una música sonora, sino que quería ver el agüita reflejada, que representaba la sonoridad de la acequia, aunque fuera muda. Si uno logra penetrar y escuchar al director, deteniéndose en esos pequeños detalles donde se encuentra la frontera entre la razón y la emoción, va a notar que éste inevitablemente va reconstruyendo y comunicando un mundo cinematográfico, que implica ciertas fascinaciones. Como fotógrafo, uno adquiere experiencia y llega a manejar herramientas técnico-conceptuales que,  junto a todo el grupo, pueden construir mundos cinematográficos muy ricos.

De mis trabajos, diría que los que más me exigieron son algunos cortos publicitarios. La publicidad a veces necesitaba soluciones muy complejas y condensadas en segundos. Recuerdo uno que hice para Renault, junto a otros excelentes colaboradores, por el cual ganamos un premio por Dirección de Arte que otorgaban los Directores de Arte de Nueva York. Este tipo de cosas nos estimulaba. Por esa época, Matt Maham había teorizado sobre el producto, diciendo que éste se debía vender a sí mismo, por lo que nos pasábamos horas y días dedicados a reconocer el producto como protagonista y sus vínculos, y ver de qué manera lo podíamos capturar y representar. La semiología nos llevaba a Aristóteles, a los griegos en general. ¡Qué placer infinito!

En un momento estuve asociado a un ingeniero en óptica, el Sr. Barosella, quien había estado en una casa de efectos especiales en EEUU becado por Kodak, había colaborado en Link Film, casa que había hecho El mundo está loco, loco, loco y había estado haciendo un training en Technicolor. Aprendí un montón con él. Durante mucho tiempo nos dedicamos a la truca óptica, que complementaba con filmaciones. Para la época en que se usaban lentes tradicionales, nosotros ya habíamos construido unos macro, con los cuales filmamos comerciales para Topper, donde se veía cómo se deformaba la goma de las zapatillas adaptándose a las exigencias de los jugadores. Un impacto inusual para la época: lentes macro y alta velocidad. Posteriormente me especialicé en automóviles. Filmábamos a 120 km. por hora, utilizando una grúa montada sobre un trailer (construido especialmente) que andaba a esa velocidad: así se podía capturar cómo el coche se adaptaba dinámicamente. Nos gustaban los desafíos y los logros nos seguían estimulando. Era joven.

Dentro de los largometrajes, Nazareno Cruz y el lobo fue muy importante por la unidad lograda entre el escenógrafo, el equipo de eléctricos, el asistente de dirección, los actores y Favio alineando a todos. Éramos una comunidad, todo era gigante e inmenso, éramos jóvenes: no teníamos inhibiciones no sabíamos de consecuencias. Vivíamos en estado de filmación. Una ilusión y ahí estaba el ilusionista. Favio era el emergente de una necesidad cinematográfica colectiva asumida. Fueron a verla casi 4 millones de argentinos.

 Avances tecnológicos

A medida que uno va avanzando y  conociendo, también va aumentado geométricamente la conciencia sobre la ignorancia. El hombre sólo ve lo que está preparado para ver. Eso te empieza a hacer jugar una carrera donde corrés cada vez más y más, y cada vez querés saber más y más, hasta llegar a hoy, donde es fenomenal el cambio que se da al ingresar el video, la computación y el intermedio digital en la representación de la imagen en la pantalla. El gran cambio está en que todo el cine está basado en la mecánica –o sea, 24 fotos por segundo obtenidas en la captura y en la reproducción que crean una ilusión de continuo en la representación del movimiento. Es necesaria la mecánica en absolutamente todo: en la cámara, en la máquina de revelar… Pero en la electrónica, la mecánica no es necesaria. Es un cambio muy, muy grande, aunque a todos les parezca que es lo mismo. Por ahora estamos atravesando el pasaje de lo híbrido: un medio trabaja por reflejo (el cine) y es sustractivo, el otro por transmisión (el video) y es aditivo. Ambos sirven para representar la realidad, pero no son la realidad, son otra cosa. La realidad es algo y la representación es otra cosa. Por ejemplo, es bidimensional y representa la tridimensionalidad de la realidad, los encuadres, las secuencias son figuras retóricas Y en eso hay mil secretos de todo tipo para aprender… Esa imagen que se generó no la hizo la cámara, la hizo el hombre. A su vez, detrás de ese hombre, hay conceptos. Y esos conceptos ocultos son los que encierran ese misterio que aparece en la representación que a todos nos atrae. Se está viviendo una era tecnológica donde la sacralización de la tecnología desplaza a lo demás y crea un vacío. Esto se va a superar, obviamente, con el  desarrollo (tecnología es lógica aplicada al trabajo). Por ejemplo, si tengo recursos económicos para filmar, puedo pedir el equipamiento más moderno funcionalmente. Pero el sol no cambió, es el mismo. Se podría decir que en exteriores la vida continua siempre igual, y en interiores cambió muy poco. Quizás hay herramientas que facilitan hacer determinado tipo de cosas, pero en lo esencial no hay un gran cambio en la captura. En el cine no cambió casi nada: la pantalla sigue siendo la misma, está la gente mirando, el cine se hace en la mente (percepción – memoria inmediata y reconstrucción) y lo que aparece ahí es una representación conducida que genera encuentros en nuestro mundo interior –de la cual hay distintos tipos (más impresionista o más expresionista…). La sintagmática cinematográfica es la misma. La evolución sólo nos provee herramientas más sofisticadas, o más lógicas.

 Sobre la profesión

Hoy, en el laboratorio, estoy en frecuente contacto con gente joven, con algunos que hacen sus óperas primas, con otros que ya tienen varias películas hechas o con gente de amplia trayectoria. La “ilusión” es el común denominador. Ese contacto y esa variedad es gigante: unos ponen los acentos en algo, otros en otras cosas. Estamos en una transición. Si uno, por vocación, se dedica a la Dirección de Fotografía, ya de por si es atractivo. Soy un hombre “de cafés”. Me gusta parar en cualquier lado y tomarme un cafecito. Me siento cerca de las ventanas, que es como estar encuadrando la realidad que pasa. Es la vida. La ventana te muestra la vida y a su vez te entrega una comprensión del momento que estamos viviendo, de tu vínculo con la realidad, con el espíritu del tiempo. Observar la vida, encuadrarla, recortarla, expresarla, es algo que el Director de Fotografía está obligado a hacer; y eso fue y es fascinante para mí.

Durante mucho tiempo estuve fascinado por los Fellini, Antonioni, Visconti ó Bergman –también por algunos americanos y otros. Hoy vivo e ilusiono que, en concordancia con los desarrollos actuales de las ciencias que han descubierto la complejidad y el caos, los medios de expresión puedan entender la realidad, dominarla e integrarla a la gran herencia del pasado, se superen limitaciones y se descubran nuevos caminos que eviten la exclusión de espectadores y que el cine continúe su “función” de fascinación.