Socio Honorario

Nombre: Ricardo Aronovich
Nacionalidad: Argentino
E-mail: [email protected]

Largometrajes (selección): Klimt, El tiempo recobrado, El impostor, Nunca estuve en Viena, La familia, Las veredas de Saturno, Expreso a la emboscada, El baile, Missing, Providence, Los otros, Invasión, Garota de Ipanema, Los taitas, Todo sol es amargo, Psique y sexo, El reñidero, Sao Paulo S.A., Vereda de Salvação, Los jóvenes viejos, Los venerables todos, Tres veces Ana, Los de la mesa 10, El negoción
Directores con los que trabajó (selección): 
Ettore Scola, Raúl Ruiz, Alan Resnais, María Luisa Bemberg, Costa-Gavras, Hugo Santiago, Alejandro Maci, León Hirzsman, Hugo Kusnet, Ruy Guerra, Manuel Antín, Antonio Larreta, Rodolfo Khun, Simón Feldman, David Kohon, René Mugica.
Premios:
Mejor Fotografía Festival de Cine brasilero de Brasilia 1965 por Vereda de Salvação
Mejor Fotografía Festival de Cine de La Habana 1997 por El impostor
Mejor Fotografía 1999 (otorgado por la AEC) Festival de Cine Independiente de Ourense, España, por El tiempo recobrado.
Nominaciones: César 1978 por “Providence” y 1984 por “El baile”; Cóndor de Plata 1997 por “El impostor”.
Otra información: Reside actualmente en Francia. Miembro de AFC (Francia) y ABC (Brasil). Docente del Departamento de Dirección de Fotografía en L’ IDHEC desde 1970 hasta la creación de La Fémis en 1985, y hasta 1995. Autor del libro “Exponer una historia”
A continuación, un texto de Ricardo Aronovich escrito para el libro realizado por ADF en conmemoración de sus primeros diez años de existencia (2008).

Muy temprano en mi vida, desde la infancia, el cine y su mecánica me fascinaron. Tenía un tío que era un vago cineasta y poseía un baúl lleno de rollos de películas que, para mí, eran mágicas. Muy temprano también comencé a «iluminar» pequeñas obra de teatro de títeres que yo mismo fabricaba. Mi maestro fue Javier Villafañe, que no creo nadie se acuerde de él (a menos de tener mi edad). Me fabriqué un proyector y realizaba dibujos animados (con descomposición de movimiento) sobre papel celofán, con tinta china. Más tarde comencé a interesarme en la fotografía y a estudiarla.

A partir de allí, me influyó mucho el cine soviético (con Edouard Tissé a la cabeza) y posteriormente el neorrealismo italiano y sus grandes Directores de Fotografía.

Cuando realicé mi primer largometraje, pensé que eran imprescindibles todos los elementos de mi conocimiento en la parte técnica (absolutamente todos, los cuales no eran gigantescos). Haciendo un film en blanco y negro era consciente que tenía que resolver el problema del revelado sin revelar de una manera convencional o estándar, a modo de poder alterar el contraste cambiando el gamma, lo cual me colocaba en problemas con el laboratorio, quienes no querían hacer «cosas raras». Esto fue lo principal, y lo siguiente fue que yo era, desgraciadamente, demasiado consciente de la falta de material adecuado (para mi manera de ver cómo iluminar), puesto que en esa época no existía nada fuera los clásicos reflectores a fresnel. Y tampoco estaba la maquinaria necesaria para colocarlos allí donde hacía falta -claro, en decorados naturales.

De mis películas, por suerte tengo varias que prefiero; bastantes, diría yo. Tal vez la primera donde realmente me «atreví» a romper con todo, “Los venerables todos”, de Manuel Antín, que nunca salió al público. Pero estas rupturas son solamente posibles con directores verdaderos e innovativos, como lo fue Antín. Creo que después de este film, viene el primero que realicé en Brasil, “Los fusiles”, de Ruy Guerra, ¡otro buen ejemplo de un director! A ambas las prefiero, como a la posterior “Invasión”, de Hugo Santiago, porque fueron fotografías –creo- innovadoras y que, aún hoy, siendo que están fechadas, no han envejecido.

Si tuviera que hablar de avances tecnológicos que, a través del tiempo, han significado un cambio fundamental en nuestra profesión, mencionaría la creación e invención (con el tiempo) de mejores y variadísimos modos de iluminar, puesto que hoy en día se dispone de una vastísima gama de material eléctrico extraordinario, y que me hacen sufrir porque me hace pensar en mis comienzos, ¡como si fuera un pitecantropus tratando de hacer fuego frotando dos maderas! (vaya la comparación…). Sin mencionar el enorme progreso de las emulsiones fotográficas…

Actualmente, creo que nuestra profesión tal vez esté en un gran peligro y en una época de cambios que no me gustan, por ahora… La digitalización, a pesar de las infinitas posibilidades que nos brinda para crear lo que queramos, es al mismo tiempo un arma de dos filos, porque cualquier director o productor puede llegar a (y me ha ocurrido recientemente) deformar completamente nuestro trabajo. El otro tema es la captación en HD para pasar a 35 mm.

Me parece un verdadero desastre desde un punto de vista meramente pictórico, o por lo menos lo es por ahora (porque los progresos son rápidos y seguidos). Esta captación, y su posterior pasaje a película, significan una pérdida enorme de definición y de cantidad de información por fotograma (por más HD y/o 4k que se use para el transfer), que no tiene nada que ver con la captación sobre película y copia sobre positivo (o sea, el clásico sistema fotoquímico). He visto demasiados ejemplos como para dudar -sin ir más lejos, al momento de escribir estas líneas (18/11/07), acabo de ver “Youth without youth”, de Francis Ford Coppola, captado en HD (no conozco los detalles ni con qué cámara fue hecho), con una muy linda fotografía, pero mis ojos de DF dinosaurio me han dejado muy decepcionado -y hasta molesto- a pesar de la grandeza de este film formidable. Hace poco vi otro, francés y de gran producción, hecho de la misma manera y me pareció un desperdicio total y una pésima elección que no llegué a comprender porque era una buena producción dotada de medios. Espero que se hagan la menor cantidad posible de films en esta manera -sin dejar de ser consciente que, en países como el nuestro, algunas veces sale más barato… (de lo cual no estoy del todo convencido, pues ésta es la justificación de muchas producciones). La pobre calidad pictórica -más bien diría irritante- del video (sea HD o cualquiera, peores los menos caros) hace que me distraiga de la calidad (o falta de) del film. Por suerte creo que la película cinematográfica o fotoquímica tiene aún muchos buenos años por delante, y sería bueno que sean muy conscientes de esto no sólo los directores sino también los productores. De otra forma, temo que en un par de generaciones nuestra profesión se extinga, puesto que exponer correctamente un material digital lo puede hacer cualquiera, y poco importa lo que hay en la cinta magnética, ¡en la posproducción se hacen milagros!