1207_1sabadoLa DF nos cuenta como fue su trabajo en la película, desde sus inicios hasta su paso por los festivales.

Es muy difícil escribir sobre la fotografía de la película sin mencionar el proceso de la elección estética que, junto con el director Juan Villegas, nos llevó varios meses de visualización de largometrajes. El director de “Sábado” es crítico y, como tal, me obligó a repasar una porción de la historia del cine -sobre todo la Nouvelle Vague- hasta encontrar la imagen. Su intuición -o claridad- no falló, y resultó que la primera, “Cuento de verano”, de Eric Rohmer, fue la más importante en la cual basarnos. En esta larga búsqueda vi películas que parecían no tener nada en común, pero estaba equivocada. Con tan numerosa información reconozco que estuve un tiempo desorientada hasta que encontré el denominador común, el color. Blanco, rojo y azul -los colores de la bandera de Francia- aparecieron en la escenografía y el vestuario de casi todas esas películas. Los fondos lisos, limpios y claros, la vestimenta entre rojo y azul, pero también negro y gris, fue lo que intenté en “Sábado”. Cuando no pude lograrlo por escenografía, lo hice por luz, sobreexponiendo, a veces, un poco los fondos. La búsqueda de locaciones fue una parte muy importante de esta película, ya que no sólo necesitábamos fondos blancos, dentro de lo lógico, sino que también calles lisas, no siempre avenidas, ya que un treinta por ciento de la historia transcurre en el interior de automóviles, otro tema.
Planos secuencias, cámara fija -ni pensar en mano-, casi frontal, altura de cámara normal, lente normal -o sino un 16 mm-, fueron también parte de nuestras decisiones.
El largometraje fue filmado en 16 mm, NO Super 16, con la cámara Arri SR II con lentes Optar 1.3 , la cual es del director, no tuve opción. Desde que comenzamos a hablar del proyecto Juan tenía la preocupación fundamental de todos nosotros en esta situación, el excesivo grano. Realizamos varias pruebas en el laboratorio Cinecolor, con las Vision 320 T, 200 T, 250 D y 500 T. Las elegidas fueron estas tres últimas y la recomendación del laboratorio fue sobreexponerlas 2/3 de stop, y así lo hice. Como se imaginarán a esta altura, esta película es de muy bajo presupuesto y la decisión de utilizar la 500 T no fue por convicción sino por obligación. El resultado de la ampliación con las otras dos emulsiones fue excelente. Beto Acevedo, colorista del laboratorio, me sugirió, para la copia, el material positivo Premier de Kodak que le dio definitivamente un mejor contraste y definición a la película.
El largometraje tiene muchas escenas nocturnas en la ciudad, y como no contaba con un numeroso parque de luces, buscamos minuciosamente fondos que ya estuviesen iluminados, por lo que tenía una gran mezcla de diferentes temperatura color. Para esto elegí casi siempre usar la 250 D, apoyando a los personajes con alguna luz día, generalmente UN kinoflo de cuatro tubos largos.
Uno de los primeros inconvenientes que tuvimos al filmar con esa cámara 16 mm fue que no teníamos ninguna marca en el depolí para encuadrar y ya en la prueba de cámara Sebastián Almeida, el camarógrafo, tomó sus propias referencias, a ojo. El problema fue que a los dos meses de finalizado el rodaje, que hasta ese momento había durado un mes, a Juan se le ocurrió agregar unas escenas sencillas, pero ni Sebastián ni su asistente podían venir, es más, se habían ido de viaje.  Justo cuando estábamos yendo a filmar me llamaron y me dieron los márgenes por teléfono. Pero, ¿cómo explicarle al director sin video assist -en el resto de la filmación le habíamos puesto cinta negra, ahora no teníamos nada, ni a nadie- donde cortaba exactamente el cuadro? Imposible, pero puedo asegurar que esos días que salimos solamente cinco personas son, para mí, las escenas más lindas que filmé.
Como les relaté anteriormente, la película tiene un alto porcentaje de escenas en automóviles, día y noche, la mayoría de los planos eran de tres cuartos perfil de atrás, por lo que tuvimos que ingeniarnos un grip. Primero había que desmontar los asientos traseros, luego colocar el trípode, ponerle peso, montar la cámara, lograr que el chasis tocara el techo, es decir, encajar todo de tal forma que si se movía el auto la cámara lo acompañase. Elegimos recorridos con asfalto bastante liso y pedíamos a los actores que conduzcan en tercera a 40 km por hora: nuestro sistema resultó perfecto. Para las noches utilicé un tubito corregido de base y dos dicroicas que yo misma iba moviendo -entre el sonidista, Federico Billordo, el camarógrafo y yo no cabía nadie más-  conectadas a la batería del auto, nada del otro mundo. Cuento esto porque imagínense estar casi diez días conviviendo en un espacio tan reducido, en donde por momentos el director no nos podía acompañar -él iba, a veces, en el baúl-, ocupándonos también de otras tareas, con calambres, y a pesar de todo fue increíble, nuestra sincronización era impecable , y cuando terminó el rodaje hasta queríamos entre los tres organizar un seminario.
“Sábado” recorrió festivales por todo el mundo. Uno de los problemas, para mí, en este tipo de proyectos, es que la falta de presupuesto nos acompaña hasta el final. Ya no importa no filmar en 35mm, ni tener el tiempo ni las luces que me hubiesen gustado, sino que la copia exhibida en casi todo el mundo fue la copia A!, la única subtitulada al inglés. La copia C, subtitulada al italiano, fue con la que competimos en el Festival de Venecia en la sección “Cine del presente” con otros directores como Herzog o Cantet, y al cual tuve la maravillosa oportunidad de asistir. Pero ahí no terminaron los problemas: en medio de la función de prensa, además de los fuera de foco en los cambios de acto, hubo un salto, ¡faltaba una parte de una escena!, imagínense al sonidista y a mí (Juan no había llegado todavía), casi nos dio un infarto -y eso que somos jóvenes. Nos quedamos mudos, pero enseguida la gente del festival nos ofreció una moviola para chequear nosotros mismos la copia, un delirio. Los subtítulos -que eran sencillamente espantosos- se habían mandado a hacer a Roma, nadie chequeó la copia, y los italianos del laboratorio no avisaron que se les cortó la película, que se les arruinó una parte de una escena que descartaron, y que la empalmaron con scotch…
Podemos quedarnos tranquilos, en la tierra de Storaro también las cosas pueden fallar. Saludos.