Nota replicada de ElPaís.com
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Rachel Morrison está habituada a mirar a través de las cámaras pero no a estar en el punto de mira. Ahora no le queda más remedio. Su trabajo en Mudbound le ha convertido la primera mujer que aspira al Oscar como mejor directora de fotografía. Ha costado 90 años. “Espero que sea porque les gusta mi trabajo y no por ser mujer”, se permite bromear con EL PAÍS.

«Entiendo la importancia de mi candidatura entre las mujeres, la visibilidad que esto nos da”, confiesa con una letanía muchas veces repetida desde el anuncio de las nominaciones. “Pero está siendo una locura. Y yo me encuentro más cómoda detrás de las cámaras”, repite.

En lugar de pensar en la historia, Morrison prefiere vivir el momento como una encuentro en el que está acompañada por sus héroes. “No conocía en persona a Roger Deakins y ahora nos vemos todos los días”, comenta del veterano fotógrafo de Cadena perpetua (1994), Kundun (1997) o Skyfall(2012) que, tras 14 candidaturas al Oscar, probablemente obtenga la estatuilla por su labor en Blade Runner 2049. A Morrison no le importa ese detalle. Para ella, su mejor recuerdo en esta profesión fue el día en que la invitaron a formar parte la Sociedad estadounidense de directores de fotografía: “Por primera vez sentí que me tomaban en serio”.

Nacida en Massachusetts (EE UU) hace 39 años, Morrison supo desde que empezó sus estudios que la especialización como directora de fotografía no era un sitio donde fueran bienvenidas las mujeres. Nadie le dio una razón. Al contrario, en fotografía fija, hombres y mujeres se reparten los puestos laborales al 50%. Sin embargo, en Hollywood, solo un 5% de las películas estrenadas en 2016 contó con una directora de fotografía. Eso no la detuvo. “Al revés, lo hizo más atractivo. Fue un reto, hacer algo que no esperan de ti”.

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No se trata de pelear por pelear, sino también de amar su profesión. A Morrison le gusta ver el mundo a través de sus lentes. Incluso cuando no trabaja se entretiene fotografiando a su hijo de tres años, aunque no pueda utilizar sus Leicas favoritas porque el pequeñajo no para quieto. “De la fotografía me gusta todo: la magia de cazar las imágenes, de revelarlas, de capturar el movimiento”, reflexiona. Léolo (1992) fue la primera película que le abrió los ojos a la existencia de algo llamado dirección de fotografía. DelicatessenLa ciudad de los niños perdidos o las películas de Emir Kusturica y de Wong Kar-wai vendrían después para descubrirle “una realidad mágica, imágenes increíbles que alguien tenía que capturar”.

Eso es lo que Morrison lleva haciendo desde hace una docena de largometrajes en el mundo del cine independiente. Poco a poco, la reina de Sundance fue viendo cómo muchos de sus compañeros daban el salto a grandes producciones tras su primer trabajo. Eran hombres. Lo dice a las claras aunque sin rencor. Por ejemplo, Mudbound habría sido la película perfecta con más tiempo y dinero, dice. Sin embargo Morrison y su directora, Dee Rees, tuvieron que aceptar “el sacrilegio” de rodar Luisiana en soporte digital porque los ocho millones de euros de presupuesto no daban para más. Aun así, Mudbound defiende cuatro candidaturas al Oscar. “El mejor halago que recibo es cuando dicen que parece fotografía tradicional”, comenta, con clara preferencia por lo analógico.

La tecnología le parece un arma de doble filo. “Todos se creen fotógrafos con un iPhone en Instagram”, asegura. Y en Hollywood más, porque la tecnología hace que todos se permitan una opinión. “Me gustaba más cuando solo el director de fotografía sabía lo que iba a plasmar”, añade con nostalgia hacia esa intimidad, el toque “mágico” que tenía antes la fotografía. Otra cosa que detesta de la tecnología: cuando escucha que la evolución de las cámaras permite un mayor acceso de las mujeres en su profesión.
“Es un mito que hay más mujeres porque las cámaras sean más ligeras”, espeta. Ni hay más mujeres y “cualquier fotógrafo prefiere el peso de una cámara bien equilibrada”.

Estos días, Morrison tiene más cosas que celebrar. Su 13º filme es un fenómeno cultural y de masas: Black Panther. Había colaborado con Ryan Coogler en Fruitvale Station (2013) y lo que más ilusión le hace de su primer trabajo como directora de fotografía en una película de gran presupuesto es la forma en la que ha sido recibida, haciendo saltar la taquilla con un superhéroe negro. “Puedo ver el cambio”. ¿Quiere seguir haciendo superproducciones? No necesariamente. Busca variedad, directores como Coogle, Rees o Rick Famuyiwa y, ante todo, historias. Pero le gustó colaborar con Marvel y contar con el apoyo de otra mujer, la productora argentina Victoria Alonso, vicepresidenta ejecutiva de la compañía, como su aliada. “Victoria quiso contar conmigo desde el principio y también me dijo eso de ‘ahora no la cagues, porque somos muchas las que estamos mirando”, recuerda. Y no lo hizo.